“Dios es Cuervo”, el libro del periodista Pablo Calvo, es un catálogo de emociones y momentos entrañables para los hinchas de San Lorenzo. Pero es además el primer relato sobre la pasión terrenal del Papa argentino, que conoció el Viejo Gasómetro, alentó en sus tablones y jamás olvidó un gol de su jugador favorito, René Pontoni.
En busca de esos recuerdos, el autor escribió a Francisco una carta futbolera y recibió respuesta inmediata del hombre que, para los cristianos, sólo tiene por encima a Dios.
A la distancia, Papa y escritor fueron rastreando los detalles de ese gol imborrable y encontraron alegrías refugiadas en el corazón.
No son las estadísticas las que hablan en el libro de Calvo, sino hinchas ilustres, jugadores que conocieron a Jorge Bergoglio y curas futboleros que revelan anécdotas inéditas hasta aquí.
-¿Cómo vamos?- preguntó en plena misa, al oído de un cura que lo asistía en 1995, cuando San Lorenzo jugaba contra Boca y podía sumar para salir campeón.
-2 a 0- lo tranquilizó el padre Guillermo, también cuervo, luego de escuchar la radio y antes de seguir con la ceremonia.
Aparecen en el libro más personajes que aman al Papa y al Ciclón.
El cantante Axel salta en el vestuario campeón de 1997 y recibe de regalo medias, camisetas y la cinta de capitán.
El Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel -hincha de Independiente, pero socio honorario de San Lorenzo- cuenta detalles desconocidos de la película “El Cura Lorenzo”, sobre la fundación del club, porque la escribió su suegro.
El trovador José Ángel Trelles, animador de la fiesta del centenario azulgrana, revive sus conversaciones con Bergoglio en la Catedral. Y el Padre Pepe, hincha de Huracán, recuerda del día en que su jefe se “ofendió” con él porque lo había llamado para cargarlo por una victoria quemera.
Así, la “sagrada” historia de San Lorenzo vuelve a escribirse y mezcla la Biblia y el calefón. Hasta aparece en el camino una foto de Evita con la camiseta del Ciclón.
En “Dios es Cuervo”, de Editorial Sudamericana, Pablo Calvo parece un hincha desatado, capaz de subir hasta la punta del Obelisco para agitar una bufanda azulgrana o de ir con una brocha gorda a pintar la tribuna popular del Nuevo Gasómetro, estadio que está a punto de cumplir 20 años.
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